No comprendía porque me gustaba tanto el otoño.
Pensé que se debía al cambio de colores en el ambiente,
ver las hojas encenderse de pasión y cambiar radicalmente.
El crujido de las hojas secas debajo de mis botas al caminar,
apreciar una alfombra tricolor extendida sobre las aceras y calles.
Descubrir hojas en forma de corazones,
ver cada atardecer con niveles de saturación máxima
y un hermoso contraste como en ninguna otra estación.
Pero creo que en realidad se debe a la transformación.
Me recuerda al ave fénix que renace de sus cenizas,
Que se acaba y reduce por completo -y luego- vuelve a reiniciarse.
Y, precisamente, eso es otoño
‹un reset›
Una nueva oportunidad.
Mudar lo viejo. Soltarlo todo, TODITO, todo.
Y empezar desnudos desde cero.
Enfrentar el frío invierno, sin armadura ni protección alguna,
Y luego, renacer con más fuerza.
Ese es su significado, esa es su esencia.
Y como un amigo me dijo una vez:
“El otoño es poético, te hace reflexionar a mil”.
Y no podría estar más de acuerdo…
El otoño es poesía para mí.
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