Marzo con M de mujer: una historia de sororidad y empoderamiento femenino en el ámbito laboral

Cada mes de marzo se conmemora a nivel internacional la enorme labor realizada por las mujeres a lo largo de la historia. En honor a ello (y antes que se nos acabe el mes), les quiero compartir una historia muy particular, con la esperanza que en ella encuentren alguna lección para su vida.

Todo se remonta once años atrás, cuando tuve el privilegio que me ofrecieran realizar una pasantía en los Juzgados de Familia de Managua, Nicaragua. Durante la primera semana, las pasantes realizamos gestiones básicas: rotular y archivar documentos y expedientes. Pero en la segunda semana, algo inesperado sucedió: nuestra jefa -una de las Juezas más inteligentes e influyentes en materia Civil y de Familia- nos llamó a su oficina. Recuerdo que nos enseñó una Sentencia que acababa de firmar para que la leyéramos y analizáramos. Lo que siguió a continuación nos tomó completamente desprevenidas. La Doctora nos preguntó: “¿Qué les parece esta sentencia? ¿Ustedes le añadirían o le cambiarían algo?”

Podrán comprender que en ese momento me quedé completamente helada: jamás nadie en esa posición de poder me había: 1) preguntado mi opinión sobre su trabajo; y mucho menos, 2) abierto la posibilidad a darle sugerencias del mismo. Tras un largo silencio [y sostener un diálogo interior sobre si esto era alguna clase de trampa o pregunta capciosa] decidí dejar el overthinking a un lado y enfocarme en lo que tenía en mis manos. Pude notar factores que hacían que el escrito fuera bastante largo, excesivamente repetitivo, y algo frustrante de leer al no llevar un hilo continuo. Con un poco de muchísimo miedo, le pregunté a la Jueza si esto se debía a alguna exigencia de la ley (reconociendo que desconocía totalmente del tema en ese momento). Luego que ella me explicara que ese no era el caso, decidí saltar al abismo y dar mi opinión al respecto. Expresé mi punto de vista, razones y sugerencias (en un tono respetuoso) y…reinó el silencio total en la habitación.

En ese momento yo quería QUE ME TRAGARA LA TIERRA Y ME ESCUPIERA AL OTRO LADO DEL MUNDO… ¿En qué momento decidí hablar? Mi corazón se aceleró a mil por hora y mi mente empezó a crear un millón de escenarios de manera simultánea [la Doctora me gritaba, golpeaba la mesa y me despedía; se reía en mi cara porque mi idea era ridícula…] EN FIN, creo que La Rosa de Guadalupe se quedaba corto. Todos los escenarios que me imaginé eran vergonzosos, humillantes y traumáticos.

Mientras mi mente continuaba divagando, mi jefa tomó un lapicero rojo en sus manos y empezó a rayar la Sentencia; yo me quedé en shock sin entender que estaba pasando. Luego de lo que pareció una eternidad, la Doctora levantó la vista y me dijo: “La verdad es que no había pensado en eso, pero tienes razón. Podemos eliminar tantas repeticiones innecesarias y así lo hacemos más sencillo de leer ¡y hasta ahorramos páginas! Gracias por tu sugerencia, ahora, vayan a hacerle los cambios (…)”, y procedió a entregárnosla para que la modificáramos.

Si ustedes están sorprendidos leyendo esto, imagínense como estaba yo en ese momento. Todos los escenarios que mi mente creativa visualizó, no pasaron. Y lo que nunca imaginé, pasó.

Aunque esa acción pudiera parecer insignificante para muchos, hoy en día les puedo asegurar que fue crucial – tanto en mi vida profesional, como en la personal (sobre todo para alguien que ha pasado luchando contra la timidez por años). A raíz de ese pequeño acto que esta maravillosa mujer hizo por mí, grandes acciones se desencadenaron ulteriormente: empecé a levantar la mano cuando alguien decía si teníamos alguna pregunta y yo la tenía; analizaba situaciones/problemas desde una perspectiva diferente, solo por estar abierta a escuchar a los demás y a aprender de las críticas constructivas; vi el cambio como un aliado y no como un enemigo; y –aunque no perdí totalmente el miedo a dar mi opinión sobre un tema-  ‹ me arriesgaba cada vez más y más a usar mi voz›.

¿Qué si esto es una fórmula mágica que hace que siempre me escuchen, o tomen en cuenta cada vez que propongo/sugiero/señalo algo? NO, la vida no funciona así. Quienes ejercen el pensamiento crítico saben cuánto cuesta luchar contra la corriente cuando la gente se apega a excusas como: “es que siempre lo hemos hecho de esta manera”; o el famoso: “para que cambiarlo si así funciona”. Pero gracias a que la Doctora nos dio la oportunidad de analizar, cuestionar, proponer y cambiar, me empoderé a creer más en mi misma, confiar en mis instintos y en arriesgarme a levantar la mano (aún en aquellas situaciones en las que mi mente se crea 1001 telenovelas y me dice: no lo hagas).

Aunque aplicar esta lección no ha sido nada fácil -porque el cambio siempre genera resistencia– reconozco que he crecido y soy una persona diferente gracias a ello.

Y he aquí mi propuesta, mi granito de arena, para que garabateemos juntas un mundo mejor:

Por favor, bríndales la oportunidad a quienes están a tu alrededor –especialmente a las mujeres- para que puedan examinar, preguntar, cuestionar y aportar de alguna manera. Nunca sabrás como le puedes cambiar el mundo a alguien al otorgarles un espacio para ello, ni los resultados que pueden generarse. Asimismo: ‹rompe el miedo›. LEVANTA LA MANO, TOMA LA PALABRA Y HABLA. Expresa tu mente, tus dudas, tus preocupaciones, tus sugerencias e ideas. En el peor de los casos, ignoran tus palabras; PERO, ¿y en el mejor?

Por ahora cierro con un agradecimiento inmenso hacia esa mujer valiosa, de quien aprendí mucho más que conceptos legales. Les invito a que hagan una pausa y piensen en todas esas mujeres que han influido positivamente en cualquier aspecto de sus vidas. Envíenles este post y denle las G R A C I A S por [inserten aquí todo lo que aplique]. Recuerden que no necesitamos que sea 8 de marzo para recordar, apreciar y agradecer a quienes han marcado –o siguen marcando- nuestras vidas para bien.